Tumbado en las zarzas de mi calma,
no puedo dejar de dejarme enamorar,
de aquella luna, de aquella plata que nos observa,
y me arranca estos versos sin piedad.
¡Qué cara más perfecta!
Queso manchego
que resalta en el cielo,
¿qué si no es,
aquella C del revés?
Ahora mengua, mi marea disminuye,
ahora crece, mis olas tocan sus cráteres;
¿qué es eso que se alza cada noche,
qué es eso que se esconde en el día?
Aquello que ilumina, aquél hijo del sol
es el queso del yo roedor.